Música en directo: solo para adultos

Música en directo: solo para adultos
El acceso de los menores a los locales de música en directo está muy restringido en España. El circuito nacional lo considera un agravio comparativo.

El pasado mes de noviembre, mientras actuaba en la madrileña sala Joy Eslava, Jero Romero dedicó el concierto a todas aquellas personas a las que “por ser menores de edad” no se les había permitido el acceso al local. “Algo muy malo estaremos haciendo para que no nos puedan ver tocar», bromeó entonces el ex componente de los Sunday Drivers.

La ironía del músico visibilizaba una realidad: en España el acceso a las salas de música pop, rock, hip-hop y electrónica -por mencionar solo algunos géneros- en directo está impedido de forma casi mayoritaria a los menores de 18 años. La legislación vigente vincula los conciertos al consumo y la publicidad de alcohol en los locales que los acogen, y hay casos en los que ni siquiera se permite que los adolescentes asistan a una actuación acompañados de alguno de sus padres o tutores. Los menores, sin embargo, sí pueden acceder a otro tipo de bares con barras repletas de bebidas alcohólicas y espirituosas.

Una paradoja que preocupa desde hace tiempo al circuito nacional de música en directo. Esta restricción, han explicado algunos de sus miembros a Nokton Magazine, limita la creación de nuevos públicos para la música, castra la cantera nacional de grupos y artistas noveles y, a todas luces, no parece impedir el consumo de alcohol entre los menores de edad.

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Jero Romero en una actuación en directo.

“Bares especiales”

Con 16 años puedes decidir si te casas o si te independizas, pero no puedes ir a conciertos”, señala Javier Olmedo, gerente de La Noche en Vivo, una asociación que reúne a salas de conciertos de la Comunidad de Madrid. Olmedo parte de la base de que no se puede ni se debe vender alcohol a los menores, pero señala que hay fórmulas para evitarlo que no excluyen la posibilidad de que éstos asistan a un concierto.

Un ejemplo de la normativa vigente, extraído de la Ley 17/1997 de Espectáculos Públicos y Actividades vigente en la actualidad en la Comunidad de Madrid: “Queda prohibida la entrada y permanencia de menores de dieciséis años en bares especiales, así como en las salas de fiestas, de baile, discotecas y establecimientos similares con carácter general; y a los menores de dieciocho años, siempre que en ellas se venda o facilite el consumo de bebidas alcohólicas”.

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Mourn grabó su primer LP sin haber alcanzado la mayoría de edad legal.

La legislación madrileña establece sanciones de entre 4.501 y 60.000 euros por “la admisión o participación de menores en espectáculos, actividades y establecimientos donde tengan prohibida su entrada o participación”, además de la posibilidad de clausura del local o suspensión de la actividad de hasta seis meses, o la inhabilitación por un período de un año.

La situación no cambia mucho en el resto del país. Armando Ruah, de ACCES, la asociación estatal de música en directo, explica que, salvo alguna excepción, como la de Cataluña, o la de Galicia, donde, en algunos lugares, los chicos pueden acceder desde los 16 años, las salas de conciertos españolas están sometidas a una legislación similar, que se aplica, “con mayor o menor rigor en función de la comunidad autónoma e incluso del ayuntamiento de turno”.

El resultado es, a juicio de Ruah y Olmedo, un agravio comparativo con otros locales donde también se sirve alcohol. Leyes como la de la Comunidad de Madrid se refieren a salas de fiestas, de baile, discotecas y establecimientos similares, pero Ruah recuerda que un padre puede consumir todo el alcohol que quiera delante de su hijo en cualquier restaurante y Olmedo indica que “si se tratase de proteger al menor de la exhibición y publicidad del alcohol, tampoco podría entrar en los bares”. El acceso de los chavales de menos de 18 años a las salas de música en directo queda restringido a las famosas ‘sesiones light’ o condicionado a que no se sirva alcohol a nadie, sea mayor o menor de edad, e, incluso, a que se oculten de la vista las bebidas que lo contengan, tapadas, por ejemplo, con un paño negro.

No es país para Arctic Monkeys

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Alex Turner, de los Arctic Monkeys, en 2009.

Juan P. Holguera es el responsable de Rock en Familia, un ciclo de conciertos “no solo para niños” del que ya hablamos en Nokton Magazine. Las actuaciones, dedicadas a acercar a público de todas las edades, en especial, la infantil, a la música de grupazos como los Beatles o AC/DC, están teniendo lugar este año en la sala Independance de Madrid.

Cuando los Arctic Monkeys lanzaron su primer EP en 2005, Alex Turner tenía 19 años. Salvo excepciones locales como la de Mourn, en España, señala Holguera, nos sorprendemos mucho cuando llegan grupos tan jóvenes de otros países, donde la legislación sí permite el acceso de menores a la música en directo. “Pero es que aquí los chavales de esa edad no pueden subirse a tocar a un escenario, ni siquiera en una jam session”, comenta, “y tocar solo para tu novia o novio en tu habitación termina por aburrir a cualquiera”.

El también músico certifica que iniciativas como Rock en Familia constituyen un intercambio enriquecedor para ambas partes: para los críos, porque “adquieren un bagaje que les da pie a interesarse por otros aspectos de la cultura, como la lectura”, y para los artistas, porque “tocar para niños es un placer, son el público con más verdad que existe”. Los conciertos de este ciclo, obviamente, tienen lugar en horario de mañana y sin vender alcohol.

El sector defiende que hay alternativas

El alcohol es, sin embargo, el negocio de las salas, comenta Olmedo, de La Noche en Vivo, porque la recaudación en taquilla suele destinarse a los músicos. “Si no hay subvenciones especiales, no hay negocio”, lamenta, “y eso nos obliga a no poder ejercer la actividad”.

Olmedo y Ruah subrayan que existen alternativas a la legislación actual. “Damos muchas soluciones, somos totalmente proactivos en eso”, señala el segundo. Por ejemplo, que se coloque a todos los que acceden al local un distintivo, como una pulsera, que informe de su edad a la hora de consumir bebida, algo que ve perfectamente realizable “en un aforo de 100 ó 200 personas”. “Claro que siempre puede haber picaresca”, admite, “pero al igual que ya la hay con los DNI falsos que utilizan para comprar alcohol en la calle”.

Cuando la posibilidad de un cambio legislativo se plantea a los responsables políticos, explica Ruah, suelen aparecer dos reacciones, a veces de forma consecutiva. La primera: el desconocimiento absoluto por parte de algunos altos cargos de estas contradicciones legales. Y la segunda: un no por respuesta. Todos los entrevistados están de acuerdo en que la cuestión no es fácil de manejar políticamente, pues la idea de que los chicos entren en lugares donde la venta de alcohol está permitida no seduce, a priori, a demasiados votantes con hijos. “Todo el mundo echa balones fuera, y muchos ni quieren oír hablar del tema, ni se lo plantean si creen que les puede restar votos”, explica Ruah.

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Botellón en la calle.

Sin embargo, el gerente de ACCES cree que” la realidad es que en la calle los chavales beben cosas mucho más duras” que las que se sirven en las salas de conciertos “Sabemos que hay ayuntamientos que hacen botellódromos para los jóvenes y sin embargo nos tienen fritos a las salas de conciertos con este tema”, se lamenta Ruah. “Dentro de las alternativas de ocio de jóvenes debería estar la de ver en concierto a su grupo favorito, pero es difícil quitarnos de encima ese sambenito de que somos bares de sexo, droga y rocanrol”, confiesa.

Respecto a esto último, Holguera habla de “hipocresía”; la que, a su juicio, ve con buenos ojos la presencia de menores de edad en las gradas de estadios de fútbol donde escuchan «verdaderas burradas» pero no la contempla en un local de música en directo.

Además, “los niños y los chavales”, señala, “demandan algo distinto de lo que les quieren imponer”. “Se les alienta a consumir música clásica, pero se nos vende la vieja idea de que el rocanrol no es ‘cultura respetable’. Sin embargo, el rock existe desde hace 90 años y ya es parte de la cultura popular”, sentencia. E impedir el contacto de los niños con la cultura, asegura Holguera, “retrasa la aparición de su espíritu crítico”. Para él, todo esto no deja de tener que ver con que “una sociedad bienpensante es más fácil de manejar”.

Fotos: KINO (cc) / Alberto Romero (cc) / NRK P3 (cc) / Oriana Eliçabe (cc) / Mourn