Miguel Trillo: punkis, pop y arte

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Gente del grupo punk 'Cadena Perpetua' frente a Rock-Ola, Madrid (1983). Foto: Miguel Trillo.
El CA2M. Centro de Arte Dos de Mayo revisita las dos primeras muestras que el fotógrafo Miguel Trillo realizó en la década de los 80.

Un chico te grita mientras se sube la bragueta. Es de noche pero lleva gafas de sol. A su lado, otro te mira con satisfacción y un poco de sorna. El tercero aún no ha acabado de mear. La estampa –potente, divertida, gamberra- es una de las tantas con las que Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, Cádiz, 1953) retrata a las subculturas juveniles que irrumpieron en los 70 y los 80 y que ahora pueden verse en el CA2M. Centro de Arte Dos de Mayo (Móstoles).

Miguel Trillo. Doble exposición es una reconstrucción de las dos primeras muestras individuales que el gaditano realizó en la Galería Ovidio en 1982 (PopPurri. Dos años de música pop en Madrid) y en la Sala Amadís en 1983 (Fotocopias. Madrid-London). Un recorrido por personajes singulares captados por una mirada, si cabe, aún más singular: la de un creador que se aleja de los montajes convencionales en un momento en el que la fotografía comienza a asentarse como corriente artística.

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Basta con leer los titulares de los artículos incluidos en la exposición (por ejemplo: ‘La feria de Arco-83 recoge el creciente interés por la fotografía como medio artístico’) para hacerse una idea de lo tierna que estaba la consolidación del arte fotográfico y el contexto en el que se movía un Trillo con ganas de inmortalizar la contracultura de un modo innovador, muy en línea con el espíritu do it yourself.

De ahí sus originales montajes expositivos de la movida madrileña y las tribus urbanas londinenses, en los que las instantáneas se colgaban directamente en las paredes de las galerías, acompañadas con música de fondo de grupos como Alaska y los Pegamoides o Radio Futura. Un aire desenfadado que también soplaba en Rockocó, su fanzine autoeditado en el que lo importante era la calidad de la historia.

En palabras de Juan Albarrán, comisario de la muestra: “El fotógrafo no es solo —o no es ya— un técnico eficaz, buen conocedor de la «cocina» fotográfica, capaz de positivar con diligencia sus propias imágenes; es, antes que nada, un autor que tiene algo que contar”.

El propio artista lo explica a su manera en un vídeo: “Cuando hay mensaje y hay lenguaje, hay que olvidar la técnica”. Sus imágenes son prueba de ello. El chico que te grita como si fueras su colega. El que te sonríe con ironía. O el que ni se molesta en mirarte. Todos cuentan algo y cada uno de forma distinta. Sus intrahistorias, ya inmortales, se unen a las del resto de personas que aparecen en las decenas de fotografías de conciertos, fiestas, espacios públicos y locales míticos, con las que Trillo creó un inimitable retrato colectivo que, 35 años después, sigue vivo.

Fotos: Miguel Trillo / Vídeo: Olga López.