Lo banal del mal: 50 años de Eichmann en Jerusalén

Hannah Arendt siguió el juicio a Adolf Eichmann en Israel y puso al mundo occidental en una posición incómoda.

La historia de la filosofía podía haber pasado sobre ella como un nombre más, con ciertas pruebas de valor intelectual, de entre la nómina de pensadores del siglo XX, pero Hannah Arendt nunca fue una persona que dejara pasar las cosas sin más. Su implicación en la filosofía política de una Europa en constante agitación, los lazos con escuelas de pensamiento claves y su vida complicada y convulsa la colocaron en un plano nuevo. Su devenir vital y de pensamiento son difícilmente separables. Arendt abogaba por la inclusión de todos en la toma de decisiones, por el pluralismo político y lo capital que es la mirada del otro para la consecución de la libertad.  La pensadora, alemana de origen judío, tuvo que salir exiliada de Alemania para pasar por campos de concentración en Francia y acabar en Estados Unidos. Con la excusa de no haber podido asistir a las jornadas del juicio de Núremberg, al conocer la noticia de la detención del líder nazi Adolf Eichmann en Argentina se ofreció a la revista The New Yorker como corresponsal de lujo sobre la primera parte del proceso al nazi. Superados los retrasos en la fecha de entrega y demás avatares personales y profesionales, la publicación de las crónicas que reportó Arendt supusieron un terremoto en el panorama del pensamiento y la política de un mundo que tenía las heridas de barbarie de la II Guerra Mundial aún sin restañar.

Captura de pantalla 2013-11-06 a las 22.06.20Hannah Arendt hizo un esfuerzo intelectual para desvincular su experiencia de vida durante el Tercer Reich y la huida a Estados Unidos con el fin de hacer frente de una manera lo más neutra posible el seguimiento del juicio. Analizó las irregularidades formales que hubo, como la falta de un buen traductor que interviniera durante las jornadas para que Eichmann entendiera al tribunal ya que sólo hablaban en hebreo, y se atrevió a hacer un análisis sesudo sobre la posición que adoptaron las clases altas judías respecto a las listas de presos y personas de los campos de concentración, que luego pasaron a campos de exterminio, incluidas en la “solución final” que ideó el gobierno nazi. Observando e investigando al acusado definió a Eichmann como un ser no demoniaco, sino como un eficiente y diligente funcionario, habitual lector de filósofos como Kant, bastante alejado de la espiral de violencia impuesta por Hitler y otros dirigentes del partido, cuya principal obsesión era cumplir órdenes de la mejor manera posible. Esa irreflexión moral lo llevó a convertirse en uno de los mayores criminales de su tiempo, desmintiendo ese concepto que llegaba desde el romanticismo del mal enraizado, el pensamiento profundo y el carácter satánico,porque “las mayores maldades son cometidas por un don nadie”. Aquel ser anodino fue un asesino de masas por trabajo, no por vocación. Los motivos son banales, pero el mal hecho no.

Captura de pantalla 2013-11-06 a las 22.13.24Hay situaciones que nos anulan como personas. El poder de elección entre los distintos caminos que se nos muestran en nuestro caminar es una de las características que nos definen como persona, como ser humano racional. También hay personalidades débiles que se ven inmersas en la vorágine y transforman sus pequeños destellos de decisión propia en automatismos que no cuestionan los impulsos que mueven sus acciones. Eficiencia y buen hacer en el trabajo sin poner en tela de juicio lo que llevamos a cabo. ¿Justifica eso cualquier tipo de conducta? ¿Se banaliza de este modo las consecuencias de lo que hacemos? Rotundamente no. Ser un trabajador eficaz no debe estar por encima de los valores de cada uno ni de las pautas morales que definen tu existencia. También en esa oposición a tus superiores cuando consideras que lo que te encomiendan es amoral o dañino está el ser un buen diente más en el engranaje.

rsz_captura_de_pantalla_2013-11-06_a_las_221301Este año se celebra el cincuenta aniversario de la publicación de estas crónicas de la banalidad del mal que Hannah Arendt hizo sobre el juicio a Adolf Eichmann en Israel, dando lugar a un libro posterior con el título de Eichmann en Jerusalén y el Círculo de Bellas Artes de Madrid programa un ciclo de cine que invita a reflexionar sobre la historia y el pensamiento de la filósofa alemana. Porque no se trata de quitarle culpa a todos los que participaron en la barbarie nazi sino de entender los recovecos del ser humano y pensar que quizás nuestras vidas funcionan en una maquinaria que banaliza el mal usando las herramientas del control de la colectividad social.

Hasta el día 10 podrás ver ¿Vencedores o vencidos? (Judgement at Nuremberg) de Stanley Kramer, Alemania Año cero (Germania, anno zero) de Roberto Rossellini, Hannah Arendt de Margarethe Von Trotta y El huevo de la serpiente (The Serpents’ Egg) de Ingmar Bergman. Puedes consultar la programación aquí.

 

Fotos: Nikolas Montaldi (cc) / Wilfredo Rodríguez (cc) / Israel National Photo Collection