La visita o el accidente de la Iglesia

Una intensa negociación llena de suspense alrededor de un tema tan escabroso como los abusos a menores.

Dos personajes en escena y una frase lapidaria. De pronto las luces se apagan y, entre el silencio reinante, se puede escuchar un espontáneo “hostia” de una espectadora que se ha quedado atónita ante lo sucedido. No es para menos. En la escena de La visita que acaba de presenciar, un sacerdote -Don Lucio- le notifica a una agente de seguros -Esther- su deseo de que los abusos sexuales a menores se consideren como accidentes laborales y poder así ser cubiertos por la póliza. Igual de atónito que la mujer del público se debió quedar el escritor y director de la obra, el polifacético Antonio Muñoz de Mesa, cuando, en el año 2004, leyendo la prensa se encontró con un titular tan absurdo y atroz como verídico: “La Iglesia equipara el abuso sexual de un cura en Holanda con un accidente laboral”. Según se recoge en la noticia, el obispado de Rotterdam pretendía que los gastos de los abusos sexuales –dinero para callar bocas y salvar reputaciones- fuese reembolsado por la aseguradora Aegon como si se tratase de una indemnización más. Increíble, pero cierto. El autor se inspira en esta turbia historia y lleva la trama a un colegio de curas español enfrentando a dos protagonistas que se enzarzan en un intenso cara a cara.

lavisita-cartelPor desgracia, noticias como la de Holanda, sobre abusos sexuales a menores por parte de miembros de la Iglesia, están siendo el pan de cada día. Un pan repartido por aquellos que con sólo entonar el mea culpa parece que pueden quedar absueltos de todo pecado. Ahora que, por suerte, la sociedad está tomando cada vez más conciencia de lo que está pasando y que la propia Iglesia ha empezado a responder de forma un poco más rotunda ante estos abusos, el teatro y el cine no podían ser menos. La visita se suma a obras como las de The Blue Boy, de la compañía The Brokentalkers, o largometrajes como Deliver us from evil -Líbranos del mal-, Spotlight, Calvary o El club -estas dos últimas de reciente estreno-. Los puntos de vista son dispares. Algunos optan por el género documental mientras que otros se centran en las investigaciones periodísticas o en las figuras de los sacerdotes, tanto en los que se convierten sin merecerlo en el chivo expiatorio como en aquellos que realmente son culpables. Por su parte, Antonio ha llevado el escabroso tema al thriller, género que utiliza «conscientemente  para presentar una negociación pura y dura» entre dos únicos sujetos alrededor de una clausula de un contrato. El resultado parece que funciona.

“Los personajes. Eso es lo que me mueve siempre a escribir. Profundizar en el sacerdote y en la agente de seguros”, apunta Antonio a la hora de explicar que lo llevó a escribir una obra como ésta. “Me llamó la atención el dilema moral de los dos protagonistas. El hecho de que el conflicto se sitúe dentro de la institución de la Iglesia Católica le viene muy bien a la historia porque le otorga muchísima más fuerza al desarrollo”. Es este contexto, el religioso, el que le sirve a la perfección, no sólo para denunciar el tema de los abusos sino también para demostrar “cómo la mercantilización del sufrimiento campa a sus anchas en una sociedad que ha dejado la solidaridad a las ONG”, incluso, dentro una institución como la Iglesia cuando, se supone, que «la mercantilización del abuso es lo contrario al dogma cristiano».

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La historia se narra a partir de la puesta en escena de los sucesivos encuentros, a lo largo de un mes, entre Esther y Don Lucio. De esta manera, la información se nos va revelando en pequeñas dosis, algo “vital para que el público descubra el pastel a través de los ojos de Esther”, indica Antonio. El suspense va increscendo en cada reunión y, poco a poco, el espectador va siendo testigo del cambio de roles que se va produciendo. La conocida y manida fórmula del cazador cazado –que se adivina desde el tercer encuentro- no va en contra de la obra. Tanto el autor como los actores -estupendos Iván Villanueva y Rosa Mariscal- juegan bien sus cartas. El peso del tema tratado gana la batalla a cualquier atisbo de previsibilidad y mantiene el interés del público despierto hasta el final. Muy recomendable.


La visita
se puede ver todos los sábados de marzo a las 21:00 h. en La casa de la Portera (Calle Abades, 24, Madrid). La entrada cuesta 15€. La obra en versión bilingüe estará en cartel del 22 de mayo al 28 de junio en el Thalia Spanish Theatre de Nueva York; por sí os pasáis por allí.