Juan José Millás se desdobla en una novela falsa

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Es probable que ni siquiera el propio autor sepa si ha creado (intencionadamente) una novela falsa.

Con objetivo de adentrarse en el proceso y las propuestas de su última novela La mujer loca Juan José Millás participó en los martes literarios de la UIMP, donde también ha formado parte del encuentro Literatura y locura: los límites habitables. Aclarando que «para ser escritor no es absolutamente necesario estar loco».

¿Quién es el autor?

“Todos somos varios, lo comprobamos a lo largo del día, otra cosa es que seamos conscientes de ello” afirmaba Millás. El papel del yo en la novela actual aun es un espacio de investigación, de prueba-error, de indagación en la especial libertad que da lo desconocido. Una indagación que lleva años girando en torno a la autoficción, al juego identitario entre autor y protagonista que han gustado practicar autores como Coetzee, Bolaño o Vila-Matas (y muchos otros en la literatura hispanoamericana). Si la autoficción es la identificación de narrador, protagonista y autor en un mismo individuo Millás se lanza a una especie de meta-autoficción que el propio autor denomina “novela falsa”.

De narradores y narrados

“Aún cuando narrador y personaje son el mismo enseguida se separan”, Millás siempre se ha mostrado partícipe en la exploración literaria del desdoblamiento de personalidad. También en su última novela, donde quería investigar en la relevancia del narrador, una figura de la que nos recuerda su importancia, “dentro de la novela hay otra novela que es la propia voz del narrador”. Para reconocerla incita al lector a hacerse las propias preguntas que él se hace ante una obra; “¿Quién me cuenta esto? ¿Por qué me lo cuenta? ¿Cuánto le han pagado por contármelo?”. En su último libro conviven con el mismo nombre un alter ego, que es el narrador, y a su vez otro alter ego del narrador que también lleva el mismo nombre de quién firma la novela.

El desdoblamiento también va ligado a nuestra naturaleza “continuamente censuramos las fantasías”, de hecho “el proceso educativo consiste en amputarnos el aparato imaginativo”. Girando el tema a la educación y las charlas de literatos en aulas de enseñanza secundaria, un tópico en los martes literarios, Millás reconoce sin complejos que ya no acude a ellas cuando le llaman, normalmente con el objetivo de incrementar los índices de lectura juveniles. “Para leer lo único que hace falta es estar más tiempo malo”, si los padres y los profesores consideran que leer es bueno es normal que los jóvenes no lo hagan afirma recordando que él mismo había sido en su niñez un lector clandestino con una linterna bajo la colcha.

Cuando la propia novela es falsa

“En general los novelistas repetimos fórmulas que hemos heredado, las mezclamos con más o menos talento, pero no hay novedad”, afirma Millás quien, de esa búsqueda por la innovación, extrae sus principios; “me interesaba hacer una novela falsa, sin saber muy bien que quería decir esto”. Un vuelco en alta relación con la noción de realidad, “la realidad es una proyección de nuestros fantasmas. Esta copa (señala a la que tiene en su mesa) fue un fantasma en la cabeza de alguien alguna vez”.

El juego literario, azuzado por el ingenio y los latidos de la sociedad, lleva a la propia literatura a la búsqueda de la novedad en la creación, a la falsedad que la haga verdadera. En un universo superpoblado de copias, “¿cómo distingues una novela falsa de una verdadera?”. No da respuesta. Probablemente esté en La mujer loca; “esta novela es una novela y el making off de la novela que rompe un poco el cliché novelístico”. Pero es mucho más que una indagación sobre la figura narrativa, también es una reflexión sobre el lenguaje, un lenguaje que domina a su protagonista llevándola a un devenir de alucinaciones verbales ya que, “el lenguaje es nuestro dueño”.

 

Foto: Wikipedia Commons (cc)