Grandes robo(bos) de la historia del arte

Desde quemarlos hasta dejarlos en un rincón lleno de humedad, ladrones con guante blanco pero manchado.

Las madres son únicas. Ponen en marcha su vena maternal en los casos más insospechados, se convierten en el paradigma de la madre coraje y tiran hacia delante cueste lo que cueste, aunque haya que quemar los originales de Picasso, Gauguin, Monet o Matisse que es posible que su niño hubiera robado en 2012 en el Centro de Arte de Rotterdam, el Kunsthal. ¿Qué son unos cuantos cuadros valorados en 18 millones de euros (aunque de valor incalculable en la historia del arte) frente al bienestar del pilluelo de su hijo? Ya sabemos, cosas de madres.

Pero en la historia del mundo y en la historia del arte ha habido otros muchos robos sonados dignos del mayor surrealismo ilustrado, por no hablar de los finales de los mismos. Otro sobre el que se pensó que había acabado devorado por las llamas fue La Gioconda, alias Lisa, Mona Lisa. Fue un robo por encargo allá por 1911. Un marchante argentino le pidió a un empleado del magno museo parisiense del Louvre que lo descolgara de sus muros y que se lo colocara bajo la ropa una vez separada la obra del marco. El trabajo era sencillo, las medidas de la obra pequeñas (nada más que 77 x 55 cm) y el blusón del carpintero italiano muy ancho. Más de dos años duró la búsqueda y recuperación. El final feliz tuvo lugar en la Galleria degli Uffizzi en Florencia. El ladrón intentó hacer un acto de patria y buscó vender la obra a una institución italiana con el fin de que volviera a su lugar de origen, a cambio encontró a la policía. Pero lo rocambolesco lo encontramos en el proceso de investigación policial. La gendarmería francesa puso sus ojos acusadores en dos nombres muy activos en el mundo del arte de la época: Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso. “Quememos los museos, allí se encarcela el arte”. Unas palabras muy acertadas que despertaron las no muy iluminadas mentes de las fuerzas de seguridad. Todo en calma, Picasso había comprado otros artículos robados, pero en esta ocasión fue un comentario bravucón más que una realidad.

no mires

Edvard Munch es un pintor atrayente, intrigante, atormentado e hipnótico, y todo eso queda reflejado en su obra. En 1994 el robo de su obra más reconocible, El grito, no se iba a quedar atrás de estos adjetivos. Tomemos como topo de Scotland Yard y del Museo Nacional de Arte de Oslo a Einar-Ture Ulving, un famoso marchante de arte noruego y no se lo contemos a la policía del país. Consigamos que todos vayan sobre la misma pista pero sin compartir información. Ulving se pone en contacto con los ladrones fingiendo ser portavoz de un museo estadounidense y confirma que puede pagar el dinero que piden por el cuadro. El día acordado para la cita se persona acompañado por unos hombres de Scotland Yard que detienen a los cacos y recuperan el cuadro, dañado, pero no insalvable. Terminada la operación, se retira a su casa donde le esperan los felices policías noruegos que lo detienen pensando que el ladrón es él. Falta de comunicación para reconocer a un héroe del arte.grito grafiti

No olvidemos que en territorio patrio tampoco nos quedamos cortos. España, país de pillos, tierra de la picaresca, solar de amplísimo pasado histórico (no os descubrimos la pólvora). Faro guía de la cristiandad durante mucho tiempo, aunque los hay que pretenden seguir siendo dignos herederos de la pata del caballo del Cid, la mayoría de los robos más sonados están vinculados con el patrimonio eclesiástico. Yendo de lo más grande a lo más pequeño podemos elegir una campana, una buena campana. 100 kilos de campana en uso en una ermita en el pequeño pueblo de Quart, en Girona, que desapareció de la noche a la mañana. De ese templo ya habían sustraído la pila bautismal y el cableado de todo el recinto, cosas pequeñas comparado con el instrumento. El alcalde puso en marcha a todos sus vecinos y finalmente dieron con el ladrón que declaró, con cara circunspecta, que simplemente se la había encontrado.

En comparación de tamaños gana el campanero, pero en pieza clave de la historia de media Europa y de la forma de entender la fe en torno a la vía de peregrinación más importante del continente, sin olvidar la relevancia histórica en general, gana por goleada el Códex Calixtinus. También sale victorioso en lo raro y complicado del robo. Mal guardado en la catedral de Santiago, un antiguo electricista del templo, dolido con la jerarquía del obispado por motivos varios , entró, giró la llavecita que cerraba la mínima hornacina y se llevó esta pieza del siglo XII a su casa. Lo mantuvo escondido en el garaje de su domicilio durante meses junto con otras piezas de arte sacro y cientos de fajos de billetes de euros. Algún día se cerrará el caso definitivamente y los policías responsables del caso podrán hablar de cámaras de seguridad ocultas, visitantes nocturnos extraños pero conocidos y demás intrigas que son dignas de varias películas y no menos libros. Si Mendizábal levantara la cabeza…

códex se va de fiestaExperto en arte sacro español también es el famoso Erik el Belga, ladrón con corazón que después de expoliar iglesias de ambas Castillas, Navarra, Aragón y parte de Cataluña, devolvió a las instituciones españolas lo que no había vendido. Como la ficticia Carmen Sandiego, se limitaba a ponerse pruebas para conseguir el más difícil todavía e iba desde tapices barrocos hasta sillas obispales románicas. Un despliegue de medios que le divertía aunque llegó a afirmar que en España era más sencillo y barato comprar este tipo de piezas que robarlas. Él sigue apareciendo en los papeles porque cada x tiempo surgen subastas con piezas vinculadas a su nombre, pero sobre todo porque gracias a sus memorias Por amor al arte hemos podido descubrir cómo algunos obispados gestionaban la venta del patrimonio de sus templos.

Los dueños finales de las piezas importantes de la historia del arte deberíamos ser todos, o al menos tener un acceso libre a la contemplación de las obras aunque se sepan sus propietarios particulares. Pero porqué no reconocer que las historias de idas y venidas distraen la atención del lector ocasional veraniego, que dan tema de conversación para bares y terrazas y que todos hemos visto algo que quedaría ideal en una pared de nuestro salón. Vale, pero que sea una reproducción.

Fotos: Encajacamon (cc) / Fabbio Veni (cc) / Xurxo Martínez (cc) / xonalcerto (cc)