Donde hay ‘manager’ no manda marinero

Anglicismos innecesarios
Tras la irrupción de los anglicismos en nuestra vida subyace un discurso: lo que mola es cool y lo que no, cutre.

De repente, en España ya no quedan gerentes porque todo el mundo es manager: product manager, account manager, o, ya por rizar el rizo, product account manager. Sin embargo, los parados no son unemployeds, sino que siguen siendo desempleados. El idioma es permeable y cambiante; el inglés, esa lengua que gobierna el mundo digan lo que digan los hermosos congresos de hispanohablantes, se filtra en nuestra rutina de forma presuntamente espontánea, eso nos cuentan; pero, al final, solo utilizamos palabras de fuera para referirnos a las cosas que son cool, trending o disruptive. De lo que no es tan guay, en cambio, siempre se habla en español.

Anglicismos innecesariosQue tire la primera piedra el que esté libre de pecar de anglicismos innecesarios. Son tan contagiosos. Y, valga la contradicción, parecen cada vez más necesarios, sobre todo para sobrevivir en determinados entornos. Por ejemplo, en las entrevistas o reuniones de trabajo, donde uno tiene que saber para qué target va a trabajar, quiénes serán sus partners, cuáles son los mejores sitios de la ciudad para hacer un poco de networking, qué dresscode rige en la empresa, y mostrarse siempre predispuesto para algo que suena tan peligroso y arriesgado como el brainstorming.

En cambio, si la entrevista o la reunión sale mal, nadie se va a la line del INEM: todo el mundo termina en la cola del paro. Muchos jefes de departamentos de ventas les piden a sus empleados una correcta gestión del feedback, pero ¿alguien se imagina a un obrero diciéndole a otro que sujete bien el hydraulic hammer?

Los medios también ponemos mucho de nuestra parte. La misma endogamia que padecen los sectores laborales especializados la sufren las redacciones, donde casi todo el mundo parte del mismo contexto y está contaminado por las mismas influencias. De ahí a los titulares, y de los titulares a los cerebros de los lectores y espectadores hay menos de un episodio.

En general, el virus es inoculado a través de nuevas realidades, para las que da pereza buscar definiciones en nuestra lengua materna. La Fundéu recomienda utilizar el término español siempre que exista, pero, si el smartphone llegó desde fuera llamándose smartphone, ¿quiénes somos nosotros para referirnos a él como “teléfono inteligente”? De forma parecida, parece que a casi todo el mundo le resulta más cómodo decir crowdfunding –Nokton Magazine incluido- que micromecenazgo.

Sin embargo, hay ocasiones, cada vez más, en las que el anglicismo nos pega un susto y aparece donde siempre hubo una palabra familiar y de confianza. Por ejemplo, ¿desde cuándo un famoso es una celebrity? ¿Qué ha pasado en la vida de Nati Abascal para semejante cambio de régimen? ¿Por qué ellos lo son y, en cambio, los ciudadanos de a pie no tenemos derecho a ser pedestrians a no ser que estemos en Londres?

Anglicismos innecesariosUn caso paradigmático es el de las publicaciones de moda, más irónico aún si tenemos en cuenta la variedad de climas que ofrece España, que ha dotado a nuestro idioma de un riquísimo léxico de vestuario, capaz de nombrar a una prenda específica para cada color de cielo y nubes: gabardinas, cazadoras, chaquetones, sobretodos, gabanes, guardapolvos… En cambio, unas mallas con estampado de leopardo ahora son unos leggings en animal print. Los vaqueros o tejanos también dejaron de serlo hace mucho tiempo: parece que ya, de manera irreversible, han pasado a ser jeans, a no ser, claro está, que luzcamos, de la cabeza a los pies, un total look denim. La misma moda ya no es moda: todo lo que tenga que ver con ella parece irremediablemente regido por el vocablo fashion, y cualquier indumentaria constituye un outfit.

Pero nuestras abuelas siguen usando faja, y no girdle, y en casa todos llevamos pantuflas. Siempre, eso sí, que uno no se llame Luis Medina (hijo de la celebrity Nati Abascal), acuda con ellas a un cóctel y la imagen aparezca en el ¡HOLA!; entonces dejan, automáticamente, de ser zapatillas de andar por casa para convertirse en slippers. En resumen: que si una está mona, luce un look casual, pero cuando va hecha un fantoche lleva una pinta infame.

Por lo tanto, los anglicismos no solo son globalización o imperialismo, sino una forma rápida y eficaz de distinguir lo que no mola de lo que sí. Así que tenemos dos opciones: o volvemos a llamar complejos hoteleros a los resorts o los que somos del extrarradio tendremos que empezar a decir que venimos de los suburbs.

Anglicismos innecesarios

Fotos: SimonQ錫濛譙 (cc) / Soroll (cc) /  partymonstrrrr (cc) /  amaneiro (cc)