¿Globalización? Oui, a la francesa con ‘Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?’

Hablamos con el director de la comedia francesa 'Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?', Philippe de Chauveron, y con una de sus actrices protagonistas: Èlodie Fontan.

“Francia es un país esquizofrénico” señala el director de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?Philippe de Chauveron cuando se le pregunta por los altercados racistas que en los últimos tiempos han difuminado la casi impecable Liberté, égalité, fraternité proyectada al mundo por la República Francesa. El director, artífice del último bombazo de la comedia popular gala, nos explica cuánto se repite esa pregunta en su tour promocional por Europa. “Sólo parece verse lo negativo. Hay que mirar los dos lados, también hay muchas cosas positivas: Es el país con mayor número de matrimonios mixtos, incluso por encima de España”. Nuestro entrevistado nos acaba de dar una lección de alcance. La mayoría de sociólogos coinciden en que la tasa de uniones civiles entre ciudadanos de distinta nacionalidad nos indica con poco margen de traspié el nivel de integración de una sociedad.

Aunque una imagen pueda valer más que mil palabras, aquellos coches y contenedores en llamas, los vídeos de las fuertes cargas policiales contra insurgentes inmigrados sin papeles en los barrios suburbiales de París o las encendidas manifestaciones a su causa o en contra de los enlaces homosexuales no identifican más que una ristra de la identidad de una nación afincada a la derecha, con un partido de izquierdas en el gobierno y la alargada sombra de Le Pen acechando.

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Si como dice Chauveron el cine, y la cultura en general, es “un elemento insustituible en la construcción identitaria de un país” (¡qué se lo digan a los americanos!), los 12 millones de franceses que han visto Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? –convirtiéndola en la cinta más taquillera del año en Francia- manifiestan “el interés del tema” en su opinión pública y la buena salud del humor a la francesa, sátiro y amable, “muy necesario en épocas de crisis”.

Caricatura social

diosmioQu’est-ce qu’on a fait au Bon Dieu? nos injerta en la pintoresca familia de Claude (Christian Clavier) y Marie (Chantal Lauby) Verneuil, un matrimonio burgués, católico y tradicional con cuatro hijas a las que han intentado transmitir sus valores y modelo de vida. La sorpresa no vendrá de la primera ni de la segunda. De boda en boda, la mayor se casará con un musulmán, la segunda con un judío, la tercera con un chino y la pequeña, Laure, será la fuente de todas las esperanzas de sus padres, que esperan cumpla sus expectativas de casarse por la iglesia.

La encargada de interpretar a la poseedora de la futurible felicidad de los patriarcas es Èlodie Fontan, que a sus 26 años y tras dos décadas de carrera da el salto de la televisión al cine en un primer protagonista que estaría encantada de volver a repetir y que no ha estado exento de doble responsabilidad. “Era mi estreno en cine y además con unos monstruos del medio (Clavier y Lauby). He pasado mucha presión y a la par he tenido la suerte de aprender y de disfrutar rodando”. En la cinta, queda la otra parte, la más importante. Para rizar más el rizo, la benjamina se enamorará de un cristiano encantador, atractivo, caballeroso, pero para remate de sus padres, negro. “Tanto está en juego que sus hermanas llegan incluso a decirle a Laure ‘vas a acabar con mamá’. La situación es delicada, pero estará dispuesta a enfrentar lo que venga para seguir su camino y actuar con libertad”. Explica que lo que le encantó del guión es que los prejuicios son tratados con sutileza y caricatura y que el público se siente reconocido.

Otro gran punto a favor fue contar con la ayuda y comprensión de Phillippe. “Es un director muy abierto y escucha la propuesta de los actores, atiende a lo que se puede aportar al personaje”. En un inciso apunta que hace cinco años trabajó en Clem con una actriz patria por la que siente profunda admiración, Victoria Abril. “Espero que con la película que hemos hecho sacudamos un poco los lugares comunes. Cuando era pequeña tenía amigos de todo lugar y confesión y nunca me he planteado ninguna pregunta. He tenido la suerte de contar con una familia muy flexible. Mis padres siempre buscan la felicidad de sus hijos. Un yerno distinto no les provocaría ningún problema”.

Hijas y yernos

El caso del director es tangencialmente diferente a la de su intérprete. Procedente de una familia “un poco así”, se ha inspirado en su madre para crear a la progenitora de la acertada coreografía coral del film. Explica que para el personaje de Clavier, con quien el público francés ríe nada más entrar en plano, tenía que introducir cuatro hijas. “El artefacto se complica en una relación así, fomenta la risa, introduciendo parejas masculinas que dan un punto más enredado y divertido”.

La receta

Un vodevil de malentendidos y tensiones culturales que reúne en su fórmula simpatía, el esperado happy end y en su centro el explosivo universo de los tópicos interraciales. El guión, de lanzadera, se apura en disparar a quemarropa desde todos los frentes, hacia cualquier posible objetivo. Nadie se salva en esta batalla multicultural. “No queríamos hacer una película maniquea. Para que sea honesta hay que tratar a todos por igual. El mundo no son los blancos racistas y los demás gente abierta y muy maja”. Cada cual tiene sus prejuicios, sus defectos, sea de donde sea, nos dice el director, y explica que «todos los nuevos franceses que son hijos de inmigrantes perpetúan esta tradición de reírse de los demás, de sí mismos, siguiendo el carácter burlón que tenemos”. En la reunión en la que presentó por primera vez a los actores encargados de enfundarse y encender las brasas entre los cuatro yernos de la película, la realidad decidió tomar un pulso a la ficción, y una hora después de conocerse, los cuñados “se lanzaban a carcajadas puyas más fuertes que en la pantalla”.

Aunque no todas las historias con tópicos funcionan, los números hacen prever que aquí no han de fallar los cálculos. Aparte del taquillazo en Francia, más de la mitad del censo suizo ha llenado las salas que la proyectaban y en Alemania ha superado los 4 millones de espectadores, heredando un óbice de los sonados pasos de Intocable. La distribuidora de la cinta, A contracorriente, ha lanzado doscientas copias en su estreno español, una rareza en el panorama de las producciones europeas, que poco suelen resistir frente a las desorbitantes campañas de los blockbusters hollywoodienses.

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Phillippe de Chauveron bromea con que Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? podría repetir el éxito de Ocho apellidos vascos, la descacharrante comedia, que junto a Crimen Ferpecto, de Álex de la Iglesia, le despertaron una gran curiosidad por el cine español, esperando que lleguen más títulos a la cartelera francesa de los que reciben. “Es una película muy puntera, ¿eh? Los chistes sobre los vascos van al fondo” se ríe recordando a Karra Elejalde mediando y desquiciando a la pareja formada por Dani Rovira y Clara Lago. Como en el caso de la película más vista de la historia del cine español, ¿habrá segunda parte para la familia Verneuil? “Al productor y a todo el equipo le apetece mucho. Queremos tomarnos el tiempo para hacerlo bien. Estropearlo sería una pena”. No pretende meterse en política española, pero para entonces, desea que el 21% del IVA cultural sea sólo “un error” del pasado mitigado con una bajada a la altura del 5% de su país. ¿Globalización? Oui, a la francesa señores.

Fotos: A contracorriente