Diarios de una nínfula: la voz de Lolita

“Pero aquel dolor reapareció intacto con la lectura de Lolita, y pronto comencé a sospechar que mi madre y la protagonista de la novela eran la misma niña”. (Cada noche, cada noche).

Portada de la novela de Lola López Mondejar
Portada de la novela de Lola López Mondejar.

Si todo tiene un revés, ¿por qué no iba a tenerlo este supuesto romance que, si por algo se caracteriza, es por su extrañeza? Quizá siempre supimos que lo tenía, pero no quisimos verlo. Nos dejamos engañar por el viejo tío Humbert, por sus flamantes descripciones de la indefensa nínfula, por los pequeños atrevimientos de Lolita. Humbert Humbert abusó también de nuestra moral de románticos lectores empeñados en encontrar una hermosa historia de amor en lo que fue un secuestro premeditado. Como un acto de justicia, llega a nuestras manos Cada noche, cada noche (Ed. Siruela), novela en que la escritora Lola López Mondéjar nos muestra el otro lado: desde la voz de la propia Dolores Haze, y no solo eso, también desde la óptica de su hija, una enferma incurable de cáncer que no se mece a la muerte sin cumplir su propósito, limpiar la memoria de su madre.

Nos adentramos así en una conmovedora historia de soledad, injusticia, muerte y sexualidad en la que se entrecruzan tres vidas que se funden en una sola. Contamos con el testimonio de Dolores Schiller a la edad de 57 años, detallando los actos desde su experiencia de la enfermedad. De forma simultánea, vemos fragmentos de su niñez y adolescencia que nos muestran, por similitud o por diferencia, el retrato de la propia Lolita. Por último, contamos con el testimonio de la protagonista de la novela homónima de Nabokov de primera mano, a través de los diarios que esta había preparado y que el padre de Dolores le entrega cuando cumple 20 años. Conociendo la vida de su madre, Dolores Schiller se ilumina a sí misma, retoma el hilo que siempre la había conducido hacia ella considerándola una especie de alter ego, derivando de la supuesta sexualidad de una, la asexualidad rotunda de la otra.

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López Mondéjar nos muestra una conexión absoluta entre cuerpo y mente, no solo consigo misma sino también con su antepasado, con la que se funde en una única persona: Dolores Schiller siente que la violada es ella misma, que el daño sufrido por su madre queda impregnado en su esencia, y por eso no cesará hasta convertir a Lolita en lo que ella ha descubierto que fue, una pobre niña huérfana que sufre un secuestro y reiteradas violaciones. Por si fuera poco, el mundo entero recibe su historia como un romance y no como una de las peores perversiones, la pederastia. Dolores Schiller no podrá saber si el público receptor seguirá tratando la célebre obra con tanta vehemencia, pero más allá de eso, la autora consigue hacernos reflexionar.

Estamos de nuevo ante un relato de culpabilidad femenina, Lolita podría sumarse a la lista encabezada por Eva, Lilith o Pandora. La novedad no está tanto en la propia trama como en la respuesta que la escritora ha conseguido dar a esta figura literaria, pues dota a la protagonista de la voz eterna que los años le han quitado. En sus páginas asistimos a una supervivencia múltiple que se podría considerar un ensayo sobre la muerte y la sexualidad. Sin embargo, la existencia de Dolores Schiller nos acerca aún más a la eterna Lolita, ahora desde el otro lado. Redescubrimos nuestra propia integridad en una novela que, sin duda, encontrarán también exquisita los que se acerquen al mítico personaje por vez primera.

Foto de Porsche Brosseau (cc)