Con la comida (y sus envases) sí se juega

Con la comida (y sus envases) sí se juega
Nuestras madres nos regañaban por hacer el tonto; pero ¿qué haríamos con los envases?

Dos manos no bastan para abarcar todos los envases, cajas y latas con los que nos cruzaremos a lo largo de nuestra vida. Si fuéramos capaces de almacenarlos todos, seríamos, con toda probabilidad, inmensamente ricos. Y es que un simple cilindro de cartón, parece decirnos la nueva campaña de Pringles, ya es mucho más de lo que aparenta.

Con la comida no se juega, nos decían nuestros padres cuando éramos pequeños. Pero vale la pena jugar y experimentar con la alimentación y sus envases, condenados a no sobrevivir ni a la primera noche en nuestra cocina, aunque solo sea por todo el PVC y tinta de colores que se ha invertido en ellos.

El reciclaje de los envoltorios industriales se ha convertido en una salida artística y económica para muchos, que, además, ayuda a crear un mundo más sostenible. Como las madres de la localidad mexicana de Huixquilucan, que en 2010 recibieron el premio de la ONU al “Mejor Proyecto Reciclador de Residuos Industriales”, por el taller en el que convierten envoltorios de chocolatinas en bolsos, neceseres y accesorios, mediante una vieja técnica náhuatl antes empleada para tejer hojas de palma.

O como la catedral que Justo construye desde 1961 en la localidad madrileña de Mejorada del Campo, para la cual emplea botes de cacao en polvo rellenos de hormigón para los pilares y bidones de gasolina viejos como moldes para las columnas.

A este respecto, el colectivo Basurama, del que ya hemos hablado en Nokton Magazine, trabaja desde hace tiempo para investigar cómo podríamos darle una segunda vida a toda la porquería que producimos. Suya es la gran cubierta en forma de ola que levantaron en Santo Domingo aprovechando los residuos que inundaban el malecón de esta ciudad. Un poco de imaginación nos ayudará a vaciar los vertederos.

Foto cc: Flawka