The Chinese Birdwatchers: “Lo que suena es lo que sabemos hacer con nuestras manos”

Los integrantes de The Chinese Birdwatchers
Son una familia extraña pero bien avenida, y bendecida por la suerte, que ya los ha cruzado con Josep Font y Amaral.
Son una familia extraña pero bien avenida, y bendecida por la suerte, que ya los ha cruzado en el camino de Josep Font y Amaral.

Alguna vez les han dicho que sean más lineales, pero no pueden. The Chinese Birdwatchers (Madrid/California) son un cruce de caminos y estilos, el de la extraña familia de músicos que integra su formación, en un mundo de tags y de música bailable, en el que, a veces, ellos, que no usan pospro ni programaciones, reconocen sentirse un poco solos. Como los observadores chinos de pájaros que inspiraron su nombre. Como todos. Pero el diseñador de moda Josep Font, el dúo Amaral y cada día más fans han decidido acompañarles en el trayecto.

Nokton Magazine: Vuestro último trabajo se llama Roads (2015), y las carreteras son un elemento que parece ligado a vuestra música. ¿Tiene vuestra historia algo de road movie?

Nacho Rupérez: Los caminos y las carreteras siempre implican un viaje y eso significa moverse a otro lado, ver otro tipo de cosas. Queríamos explorar nuevos territorios: seguir siendo fieles a la música que hacemos, pero ir un poco más allá, probar cosas más rockeras y más fuertes que los anteriores. Por otro lado, el coche es de los sitios donde mejor suena la música, y cuando hacíamos el disco, siempre probábamos allí las primeras remezclas y remasterizaciones.

NM: Es un disco que vosotros mismos definís como más luminoso y enérgico que los anteriores. ¿Qué es lo que ha generado este cambio?

NR: Responde un poco a la trayectoria del grupo. Cuando empezamos no teníamos batería y tocábamos acústicos en sitios muy pequeñitos. Después nos llamaron de sitios más grandes, y nuestra música tuvo que cambiar, aunque siendo fieles, porque no somos una banda de techno (se ríe).

NM: Os definís como una extraña familia. ¿Qué tal funciona?

NR: Lo más curioso es la diferencia de edad. Entre la cantante y yo hay quince años de diferencia, y con el batería me llevo más de veinte. También nuestras distintas procedencias: la cantante es de California, los gemelos vivieron allí… es una mezcla rara. Pero la convivencia es muy buena, y a diferencia de lo que pasa en otros grupos ha ido a mejor. Los veo mucho más que a mis mejores amigos y mi familia.

NM: ¿Cómo influye todo eso en vuestra música?

NR: Tenemos estilos muy distintos: Iria (Armesto, violín) viene del clásico, los gemelos (Río y Raúl Sierra, bajo y guitarra) vienen del heavy, la cantante (Heather Jo’Wel) cantaba en corales en iglesias de California, yo (voz, saxofón) vengo del jazz… Este disco es más homogéneo, pero en general son un batiburrillo de estilos: bossa nova, country, rock, clásica. Y es algo que nos han desaconsejado muchas veces, nos han recomendado ser más lineales, pero es que no somos así.

NM: Vuestro viaje empezó en un desfile de Josep Font, por casualidad, y siguió cuando, también por casualidad, los chicos de Amaral os apadrinaron. ¿Qué importancia le dais al azar?

NR: Nuestra trayectoria ha sido como una carrera de momentos afortunados. Nos hemos ido encontrando a hadas madrinas y ángeles de la guarda que nos han ido ayudando de la forma más rara y casual del mundo. En lo de Josep Font, que supuso un escalón muy grande en nuestra carrera, pasamos de tocar en galerías a salir en los telediarios. Estábamos en agosto en Madrid y una persona nos dijo que un diseñador del que no nos podía decir el nombre quería contar con nosotros para tocar en su desfile. Allí, una persona del mundo de la música nos vio y nos propuso un contrato editorial (te adelantan dinero por hacer el disco que tú quieras), una suerte absoluta. Lo de Amaral, igual. Hemos tenido la oportunidad de tocar con ellos (grabaron juntos un especial para Radio 3 y La 2) y conocerles, son un ejemplo de humildad y de buena música.

NM: Un artículo sobre los observadores chinos de pájaros dio pie a vuestro nombre, un homenaje a la soledad de la quietud en los tiempos de vorágine. ¿Os sentís vosotros así?

NR: Creo que es inevitable que a todos nos pase. A veces nos sentimos un poco raros en el mundillo musical. Si ves los carteles de los festivales y los grupos que más se escuchan, alternativos o no, todo es más de pegar botes: djs, grupos de saltar y bailar… Y nosotros no somos así. Hacemos música a la vieja usanza, centrándonos en los detalles, sin posproducción ni programaciones ni tecnología. Lo que suena es lo que sabemos hacer con nuestras manos y nuestras voces. Al igual que contemplar pájaros, nos gusta hacer música tranquila y agradable. Y está siendo así. Hay cosas a las que que decimos que no porque no nos sentimos preparados o no estamos cien por cien seguros. Preferimos hacer menos, pero hacerlo bien

NM: El reportaje aparecía en The Economist. ¿Leéis mucha prensa económica?

NR: (Se ríe) Fue en un vuelo, volviendo de China. Es un trayecto larguísimo, en el que lees lo que te echen, y cayó en mis manos. “La soledad de los chinos avistapájaros”. Me resultó curioso un titular tan poético en una revista a veces tan gris y tan ardua. En ese mismo número había un artículo que citaba unos ensayos de Darwin acerca de por qué a los humanos nos gusta la música: es muy instintiva, y contribuye a la función reproductiva y sexual.

NM: Ahora dicen que la próxima burbuja inmobiliaria estallará en China. ¿Es (otra vez) el final del mundo? 

NR: Creo que siempre hay muchos intereses en esos anuncios del fin del mundo, que interesa asustar. Estuve viviendo y trabajando en China hace años, y más que la burbuja, lo que es alucinante es el tema de los derechos humanos en ese país, y no se habla tanto como se debería. Eso sí que es una barbaridad -de la que todos somos cómplices, porque todos compramos productos hechos en China- y no lo de la burbuja inmobiliaria.

Los integrantes de The Chinese Birdwatchers

The Chinese Birdwatchers tocarán el próximo 23 de abril en A Coruña, el 30 en Barcelona y el 1 de mayo en Zaragoza.